sábado, 27 de diciembre de 2014

Los monos heridos por Fukushima


EL MUNDO viaja al santuario donde viven los macacos de las nieves, una especie afectada por el impacto del accidente en la central nuclear japonesa

Los monos de las nieves. MARGA ESTEBARANZ

ALFREDO MERINONagano (Japón)

Actualizado: 26/12/2014 03:36 horas

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Ver monos es fácil. Distribuidos por gran parte de África, América y el continente asiático, sus especies son abundantes y de hábitos nada crípticos. Establecer un contacto más intenso con ellos no lo es tanto. No hablamos de una aparición esporádica, ni de la fugaz visión de uno, dos o varios animales que escapan a nuestro paso hasta lo más profundo de sus hábitats. Hablamos de aproximarse hasta el lugar donde viven y verlos comportarse tal y como son.Libres, sin ningún obstáculo que nos separe de ellos. Establecer una cercanía tan intensa que en ocasiones se produce contacto físico.

Esto es posible en dos lugares especialmente. Uno son las montañas Virunga, en África ecuatorial, en cuyas selvas viven los últimos gorilas de montaña. Una floreciente industria turística se ha desarrollado en su entorno. El otro es el Parque Natural de Jidokudaki Yaen Koen. Situado en la prefectura de Nagano, en el corazón de los Alpes japoneses, aquí vive el macaco de las nieves, una de las más singulares especies de primates que existen. Hasta la fecha parecía no tener mayores problemas que los habituales conflictos con los agricultores. El accidente nuclear de Fukushima puede haber cambiado esta tendencia, pues los efectos de la radiación ya se han detectado en sus organismos.

Este primate, emparentado con el macaco de Gibraltar, es el que vive más al norte del planeta, con la excepción del ser humano. También llamado macaco o mono de las nieves y macaco de cara roja (Macaca fuscata), el macaco japonés es un mono catirrino que ha colonizado los bosques y montañas del archipiélago japonés, salvo la isla de Hokkaido, la situada más al norte y con un clima demasiado frío para la especie.

Recientes estudios mitocondriales del ADN de estos macacos han establecido el camino y los tiempos de su colonización del archipiélago japonés. Después de comparar las muestras de ADN de 135 asentamientos de estos primates, se ha podido determinar dos grupos genéticos perfectamente definidos, que se corresponden con las dos subespecies que actualmente tiene el primate.

Las poblaciones situadas en las regiones orientales mostraron una menor diversidad en su ADN mitocondrial, mientras que las de los grupos occidentales era bastante más elevada. Estos datos fueron extrapolados teniendo en cuenta factores como evidencias fósiles en ambas regiones y la historia climática y de vegetación de aquellos lugares.

Las conclusiones del estudio sugieren que la población ancestral del macaco de las nieves está situada en el oeste del archipiélago japonés y que la expansión de la especie sólo pudo haber tenido lugar a partir de hace 15.000 años, es decir, después de la última glaciación. Se hizo, además, en sentido Oeste-Este. Esto da pistas sobre la procedencia de la especie, al ser las regiones occidentales las más cercanas al continente asiático.

Primates inteligentes con 'cultura'

Macacos de las nieves en las aguas termales de Nagano. ALFREDO MERINO

El macaco de las nieves hoy vive sin problemas tanto en bosques coníferos como caducifolios, a altitudes que por lo general no superan los 1.500 metros sobre el nivel del mar. Allí se registra un clima de montaña, de condiciones extremas, sobre todo en invierno. Con nevadas que cubren las montañas con una capa de un metro de nieve y temperaturas que en invierno alcanzan los 15 grados bajo cero, ha conseguido vivir este primate. Un clima, en fin, imposible para animales como los monos, donde vive sin problemas aparentes.

El macaco de las nieves lo ha conseguido gracias a su fortaleza, pero sobre todo por su enorme versatilidad y elevada inteligencia. Considerado el único mono autóctono de Japón, la capacidad intelectiva de este primate es de las mayores de su grupo animal, sólo comparable a la dechimpancés y bonobos. Con uno de los cerebros de mayor tamaño de todos los primates, su capacidad mental les permite una sofisticada coordinación entre la visión y la destreza de sus dedos.

Este mono es capaz de desarrollar lo que los científicos llaman cultura. Se trata delcomportamiento que inventa un individuo y que logra transmitir a sus semejantes, quedando a partir de este momento asentado en la especie. Aparte del hombre, solo algunos primates superiores como chimpancés y bonobos son capaces de desarrollar este comportamiento inteligente. Ocurre que mientras en los chimpancés se han detectado 25 tipos de comportamientos manuales que pueden ser considerados culturas, en los macacos se han constatado hasta 40 diferentes.

El hombre tiene en el lenguaje el más fabuloso instrumento para su desarrollo, mientras que los primates utilizan la imitación. Algo que no debe hacer olvidar el lenguaje humanoide desarrollado por estos primates. Amparado en su naturaleza social, son capaces de transmitir emociones tan complejas como el engaño y el consuelo.

Existen numerosas evidencias de cultura entre los macacos. La búsqueda y refugio en los abundantes onsen (aguas termales) es la más sencilla de contemplar. Son bien conocidas por los etólogos las que se llevaron a cabo en la década de los cincuenta del pasado siglo por el Japan Monkey Center.

En cierta ocasión a una hembra se le cayó al mar una de las patatas que se le daba como alimento. Cuando la probó, le gustó más. A partir de entonces comenzó a lavar todas las patatas que le daban. El resto de hembras de la colonia no tardó en imitarla. Lo mismo hicieron las crías de la colonia. Por el contrario, los machos se abstuvieron de hacerlo. En la siguiente generación, todo el grupo, machos y hembras, no sólo lavaba patatas, sino también otros alimentos que se les daba, como granos de cereal.

El impacto de la radiactividad

Macacos de las nieves en las aguas termales de Nagano. ALFREDO MERINO

Tan extraordinaria capacidad de adaptación y fortaleza pueden ser insuficientes para la supervivencia de la especie en los próximos tiempos. Con una población estimada en torno a 115.000 individuos, no es el macaco japonés una especie en peligro de extinción. Sus únicos conflictos hasta ahora eran los derivados de su enfrentamiento con los campesinos de las áreas donde viven, al invadir y destrozar los cultivos. Especie estrictamente protegida, para controlar a sus poblaciones y minimizar estos problemas, se permite abatir cada año a 10.000 ejemplares.

La aparición de un nuevo y letal agente puede cambiar la situación. El accidente de la central nuclear de Fukushima en marzo de 2011 ha descubierto anomalías en los organismos de estos primates, del mismo modo que en el resto de la fauna silvestre japonesa. Transcurridos casi tres años del accidente, algunos estudios señalan efectos similares a los que desencadenó la tragedia de Chernobyl de 1986.

La contaminación registrada en el suelo y las aguas terrestres de cesio radiactivo ha alcanzado cantidades de hasta 3.2 bequerelios en un cinturón de 80 kilómetros alrededor de la central. Del mismo modo, se han detectado puntos calientes de alta concentración de isótopos radiactivos como en Kanagawa, situada a 300 kilómetros de Fukushima.

Se han detectado los efectos en especies tan dispares como insectos (mariposas con anomalías genéticas, cambios de coloración y malformaciones), peces de ríos situados a 130 kilómetros de los reactores dañados (han mostrado hasta 139 bequerelios de cesio radiactivo por kilo).

Los macacos de las nieves también sienten esta nefasta influencia. Una investigación realizada en un grupo de primates residentes a 70 kilómetros de Fukushima, por investigadores del Departamento de Veterinaria de la Universidad de Tokyo, el Instituto de Investigaciones de Primates de Aichi, Organización para la Conservación y el Bienestar Animal de Tokyo y el Departamento de Agricultura de Shin-Fukushima, ha detectado anomalías en sus organismos.

El estudio hematológico realizado desvelaanomalías sanguíneas como baja densidad de glóbulos blancos y blancos. Del mismo modo, se ha detectado una elevada concentración de cesio en su tejido muscular de entre 78 y 1.778 bequerelios por kilo de peso del animal.

Estos parámetros se han comparado con los de un grupo de monos residente en la península de Shimokita, prefectura de Aomori, situada a 400 kilómetros de Fukushima. Estos últimos presentaban concentraciones normales de leucocitos y hematíes, así como cero presencia de isótopos radiactivos.

Aunque los autores del trabajo no establecen ninguna relación causa y efecto con el accidente nuclear, señalan que el sistema autoinmune de los monos puede verse comprometido «en algún grado», algo que puede hacer susceptible a estos animales a la influencia de ciertos tipos de enfermedades infecciosas y a epidemias. La degeneración en la producción de leucocitos acarrea problemas de inmunidad e incluso leucemia.

Una especie desplazada por el cambio climático

En los últimos meses han aumentado las noticias de encuentros de alpinistas y montañeros con macacos en las altas montañas de Japón. Los científicos se preguntan si este comportamiento está motivado por el calentamiento global. Las citas hacen pensar que la especie se está desplazando a zonas altas, obligada por el aumento de las temperaturas en las zonas boscosas donde tradicionalmente ha residido. Otros mamíferos que comparten hábitat con el macaco sí muestran cambios. Es el caso del ciervo sika, que se está expandiendo por áreas montañosas donde nunca había estado antes. La razón es la disminución de las nevadas en zonas montañosas. El fenómeno ha permitido a estos herbívoros subir a zonas altas, ahora descubiertas de nieve, para alimentarse de las plantas que crecen allí. El problema es que muchas de ellas son endémicas y se localizan, por tanto, en escaso número y áreas reducidas, suponiendo esta presión un riesgo de desaparición. Los macacos también visitan la alta montaña, aunque al parecer por razones diferentes. El punto más alto donde han sido avistados ha sido la cumbre del monte Yarigatake, de 3.180 metros, al norte de los Alpes japoneses. Según se desprende del estudio realizado de la Universidad de Shinshu, liderado por el profesor Shigeyuki Izumiyama, este comportamiento no es reciente, sino que existen referencias de presencia de simios por encima de 3.000 metros de altura desde hace cuatro décadas. Los movimientos pueden ser considerados un comportamiento normal en la especie, para buscar alimentos y colonizar nuevos territorios antes que, asegura el informe, por el aumento de las temperaturas como consecuencia del cambio climático.

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