Acabo de regresar de un viaje a Japón en el que he tenido la oportunidad de participar en una reunión en la que se ha analizado la cooperación hispano-japonesa en varias temáticas científico-técnicas, incluyendo entre ellas la nanotecnología. En los últimos años ha estado vigente un convenio entre el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) y la Agencia Japonesa para la Ciencia y la Tecnología (JST) que ha permitido la puesta en marcha de quince proyectos conjuntos en los que la nanotecnología se postula como la herramienta para darsoluciones a diferentes problemas energéticos y medioambientales. De cara al futuro, será posible mejorar la relación científica con Japón, y con otros países de la región, en el tema de la nanotecnología porque seguimos perteneciendo al club de las 10 primeras potencias que más artículos publican en este ámbito. Ha sido un viaje que, a pesar de las condiciones actuales del sistema de I+D+I español, ha insuflado cierto optimismo.
Sin embargo la realidad se impone, y al poco de regresar, varias personas me han hecho llegar diversos rumores sobre la noticia delfin de actividad de una empresa que ha mantenido, durante los últimos años, una gran actividad en el desarrollo de instrumentación para investigación en nanociencia y nanotecnología. Es una más entre las decenas de miles de empresas que están siendo engullidas por esta larga crisis, pero no es una empresa cualquiera, pues para muchos era una de las empresas referentes en el campo de la nanotecnología, que no fue iniciada en un garaje sino en un pequeños pero productivo laboratorio universitario gracias al empuje y al saber de un grupo de investigadores que de la noche a la mañana se habían convertido en emprendedores.
La instrumentación avanzada es uno de los elementos clave para que los investigadores nos podamos asomar al nanomundo. Microscopios electrónicos de alta resolución, sincrotrones, microscopios de efecto túnel, microscopios confocales, pinzas ópticas, microscopios de fuerzas atómicas, equipos de resonancia magnética nuclear, difractómetros,... son usados cotidianamente para entender las propiedades de nanomateriales, nanoestructuras y nanodispositivos. Son las naves que nos han permitido desembarcar en el nanomundo. Muchas de las empresas que desarrollan su actividad en el ámbito de la instrumentación surgen como empresas de tipo spin-off desde universidades y Organismos Públicos de Investigación, y se basan en el know-how adquirido durante muchos años dentro de grupos de investigación. Además, por lo general, muchas de estas empresas funcionan siguiendo esquemas de innovación abierta, en la que los clientes, los usuarios de sus sofisticadas herramientas, retroalimentan con sus necesidades y problemas las siguientes generaciones de instrumentos.
En el caso de empresas españolas dedicadas a equipamiento e instrumentación de uso en nanotecnología (que se pueden contar con los dedos de las manos) una mayor parte de su clientela se concentra en el mercado nacional pues el internacional se encuentra plagado de excelentes competidores procedentes de países que tienen una larga historia en el desarrollo de equipamiento. Lo que está ocurriendo ahora mismo con muchas de estas empresas es fácil de intuir. La fortísima caída en las inversiones en ciencia y tecnología en el sector público, además de provocar una pérdida de talento, ha ralentizado la adquisición de equipamiento, y las empresas más pequeñas y emergentes de este sector debe aguantar como pueden el oleaje, incapaces en muchos casos de dar el salto al mercado internacional. El esfuerzo realizado por muchos de estos emprendedores quedará reflejado en unas cuantas máquinas dispersas en laboratorios, que irán desapareciendo lentamente, y en la memoria de científicos-usuarios que en el futuro deberán adquirir tecnología del exterior si quieren mantener su investigación en la primera línea.
La desaparición de una empresa siempre es un drama, y más en el caso de una empresa que ha sido ejemplo para otras iniciativas. Si además tenemos en cuenta el escaso número de empresas relacionadas con la nanotecnología, el drama es mayor. En un reciente catálogo publicado por la Fundación Phantoms se muestra que apenas hay un centenar de empresas que realizan actividades relacionadas con la nanociencia y nanotecnología.
Es cierto que estos datos pueden tener cierto margen de error pero, en cualquier caso, el número de empresas relacionadas con la nanotecnología representa una parte ínfima de las más de 11.000 empresas que actualmente constan en el Registro de Empresas Innovadoras del MINECO. Simultáneamente la Unión Europea, en su programa H2020, considera que la nanotecnología es uno de los elementos clave con el que mantener la competitividad de las empresas europeas. Cruzando ambos datos da la sensación de que la nanotecnología no es para nosotros, al menos en su vertiente productiva, aunque a medio-largo plazo todos consumiremos nanoproductos a la vez que enriqueceremos las cuentas bancarias de las empresas de otros países.
Esta historia invita a reflexionar sobre las grandes dificultades que aún siguen existiendo para poner en marcha y mantener una empresa de cualquier tipo en España, pero en particular cuando se trata de una empresa de base tecnológica (EBT). Se han puesto en marchaParques Científicos y Tecnológicos, hay distintos programas nacionales y autonómicos de ayuda para iniciar proyectos empresariales, pero lo cierto es que hay una gran "mortandad" entre este tipo de empresas y en muchos casos, las empresas no llegan a tener la oportunidad de pelear en el mercado internacional. La supervivencia de una EBT requiere lanzarse, por lo general, a este ruedo internacional lo que supone dar un salto cualitativo en cuanto a número y cualificación del personal, volumen de producción y mejora de estrategias de comercialización. Este salto se apoya en una financiación adicional, algo cuantiosa, que siempre ha sido muy difícil de conseguir. Fondos de capital semilla, fondos de capital riesgo, bussiness angels, compras públicas, son elementos que permitirían a las empresas tener un apoyo no solo en su infancia sino en su adolescencia, cuando empiezan a "conocer mundo". Sin embargo, a pesar del empeño de todos los gobiernos que se han sucedido en nuestro país, parece que este sistema de apoyo y lanzamiento no parece estar bien consolidado.
En muchos foros políticos, en tertulias de televisión, en encuentros de especialistas se habla de la necesidad de cambiar de modelo económico. Pero si queremos que éste sea un cambio real deberá ser planificado a medio-largo plazo y sustentarse en un ecosistema que facilite la proliferación de EBTs, su incubación y asentamiento en España, y permita su lanzamiento al mercado exterior, donde hay que competir con empresas de mayor tradición y experiencia. Entonces las empresas que lo hagan bien crecerán y en algunos casos se situarán en la cabeza de prestigiosos rankings internacionales. Es ilustrativo estudiar el documento "2013 EU Industrial R&D Investment Scoreboard" donde figuran las 1000 empresas europeas que más recursos dedican a I+D+I. De esas mil, 22 son españolas con una inversión en I+D+I de unos 4.000 M. ¿Es un buen dato? En primer lugar figura Alemania con 224 empresas y 57.000 M de inversión en I+D+I, luego Francia con 123 empresas y 28.700 M, Reino Unido con 252 empresas y 24.200 M,... Que cada uno de los lectores eche sus cuentas y realice las comparaciones pertinentes. Es evidente que, por su tradición y planificación, nuestras empresas (algunas muy valiosas y que están realizando valerosas incursiones en el mercado global) son, en conjunto, pequeños David frente a enormes Goliat. Esta es una foto real que nos debe impulsar a calibrar bien todo lo que queda por hacer.
Para terminar con la reflexión. ¿Cómo vamos a aumentar el número de empresas grandes que hacen I+D, que compiten de tú a tú en el mercado global? Sin duda pasa por tener más empresas de base tecnológica y apoyarlas más durante su recorrido vital intentando que este sea el más largo e internacional posible. No solo hay que incubarlas, sino que apoyarlas hasta su adolescencia. Por otro lado se pide a los investigadores que sean los promotores de las empresas de tipo EBT cuando en el ADN de muchos de ellos no está el "gen del emprendimiento" o no han vivido en una cultura emprendedora, porque el país en su conjunto no la ha desarrollado. Los modelos educativos se suceden pero los estudiantes de primaria y secundaria aún no entienden que la innovación y la formación continua son esenciales para vivir en otro modelo económico, en los grados universitarios de carreras relacionadas con la formación de economistas y empresarios parece que siguen sin insertarse materias relacionadas con la innovación en las que se muestre que el uso de la I+D+I es la palanca con la que adquirir ventajas competitivas. La población española en general necesita asimilar que la ciencia y la tecnología son la verdadera fuente de riqueza del siglo XXI, las que les permitirá tener una ventaja competitiva con respecto a sus competidores, y hacer que nuestro nivel de vida vaya convergiendo con el de los habitantes del centro y norte de Europa. Seguramente cuando esto se asimile, la planificación a medio-largo plazo, la inversión pública y privada, la formación de científicos, ingenieros, médicos y técnicos cualificados, la generación de conocimiento, su transferencia y comercialización, serán una mera consecuencia de una nueva manera de pensar.
En fin, volviendo al inicio de este artículo, ha sido una semana triste para la nanotecnología española.
http://www.elmundo.es/ciencia/2014/10/06/542e9f9ee2704eb5518b4586.html?intcmp=ULNOH002
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